Los expertos señalan que la educación medioambiental es esencial para que los más jóvenes adquieran conciencia sobre su entorno y aprendan a ser personas responsables, cívicas, éticas, concienciadas y compasivas.
Las reuniones y conferencias medioambientales celebradas desde los años 60 han establecido un objetivo clave en materia de educación: analizar cómo se utilizan los recursos naturales en las escuelas y tratar la conciencia ecológica de manera transversal y con carácter integrador. Y es que los jóvenes deben participar en las decisiones que se toman para luchar contra la crisis climática; por eso, es tan importante que estas generaciones reciban una educación medioambiental acorde con la situación actual del planeta.
Sequías, olas de calor, incendios, inundaciones, el deshielo de glaciares y polos y aumento del nivel del mar, especies en riesgo de extinción… Estos son algunos de los múltiples efectos de la crisis climática que sufre el planeta. Si se tiene en cuenta que, como indican los expertos, la Tierra está cerca de llegar a un punto de no retorno y que existe una necesidad apremiante de frenar el cambio climático, es necesario que la educación integre, de alguna manera, una perspectiva medioambiental. Solo así los más jóvenes adquirirán conciencia sobre su entorno y aprenderán a vivir de una manera más respetuosa con él.
En este sentido, para la Unesco la educación medioambiental debe cumplir una serie de objetivos como la toma de conciencia, conocimientos; actitudes; aptitudes; capacidad de evaluación y participación. Por eso, los expertos insisten en la importancia de iniciar a los menores en este tema lo antes posible. Por un lado, porque si desde pequeños son capaces de identificar y solucionar problemas continuarán haciéndolo cuando sean adultos y, por otro, porque serán prescriptores para sus familias.
De hecho, el estudio ‘Entendiendo a la generación Alfa’, elaborado por la agencia de comunicación Hotwire, señala que son precisamente las generaciones más jóvenes las más comprometidas. Según sus datos, los nacidos a partir del 2010 están más concienciados con el medioambiente que los millennials y los baby boomers.
Los beneficios de la educación medioambiental son múltiples y son muchos expertos los que creen que es de vital importancia empezar a incorporarla en el currículo educativo desde la infancia. Así lo defiende Ally Vispo, uno de los principales referentes del movimiento ‘Zero Waste’ en España: “Cuando educamos desde edades tempranas, estamos creando personas responsables, cívicas, éticas, concienciadas y compasivas, y un mundo lleno de personas así no puede ir mal”, explica.
La forma de introducirla en las aulas varía en los diferentes países europeos. Finlandia, Islandia, Suecia y Dinamarca son referentes, ya que la pedagogía verde tiene un gran peso dentro de su modelo educativo. Los colegios públicos de estos países incluyen entre sus asignaturas una dedicada al medioambiente desde los años 80 y el resto de materias tratan, desde los años 90, la conservación del medio natural. Pero no son los únicos. Italia, por ejemplo, aprobó una asignatura específica de educación medioambiental en Secundaria en el año 2019 y, en Gran Bretaña, se potencia desde los años 90 la educación en el entorno, primando también en Geografía la enseñanza ambiental. De momento, centros y docentes en España se están sumando a la lucha contra el cambio climático con proyectos e iniciativas propias, pero no hay planes para tomar medidas de forma global.
Así, existen redes de centros educativos en los que se realizan diferentes proyectos que asumen la sostenibilidad como una materia y como una responsabilidad en la calidad de vida de los centros. La Red Andaluza de Ecoescuelas, la Red de Escuelas por el Reciclaje, la RedECOS o la Agenda21 Escolar son algunas de ellas.
A lo largo del siglo XX, pero sobre todo desde los años 60, se han celebrado numerosas reuniones y conferencias internacionales sobre el bienestar del medioambiente que, entre otros objetivos, establecieron uno clave para materia de Educación: se acordó que lo prioritario era analizar cómo se utilizaban los recursos naturales en las escuelas para comprobar si era necesario crear una asignatura específica. La conclusión fue que debía tratarse de manera transversal y tener carácter integrador.
Para introducir temas relacionados con la sostenibilidad, el cambio climático o las necesidades del medioambiente en el aula, se puede recurrir a todo tipo de recursos: documentales, charlas, libros, manualidades, juegos, o incluso videojuegos. Por ejemplo, promover la educación medioambiental a través de un mundo virtual es posible con ‘My Green Energy Planet’ en el que los estudiantes tienen que cuidar una ciudad para conseguir un equilibrio ambiental, energético y social.
Otro tema a tratar es la huella ecológica: los alumnos pueden rellenar encuestas gratuitas online para averiguar qué pueden mejorar en su vida para reducir la suya propia y ser más eco-conscientes. Por otro lado, es posible llevar a cabo un proyecto que involucre a todo el centro educativo. Así lo hicieron los docentes del colegio Santa Teresa de Jesus (Terrassa) con un trabajo interdisciplinar que conectara el centro de Primaria con la crisis medioambiental de la Amazonia: decoraron el centro como si fuera la selva para sorprender al alumnado, contaron con charlas de expertos de la ONU y, con una gran variedad de actividades en diferentes áreas, los estudiantes aprendieron sobre la situación geográfica de la selva amazónica, tomaron conciencia ecológica e idearon diferentes iniciativas ecológicas.
De igual modo, y consciente de la importancia de educar desde edades tempranas, la maestra de infantil Mar Prieto (El Franco, Asturias) enseñó a los más pequeños cómo los insectos son fundamentales para los ecosistemas. Llevó a clase diferentes miembros de una colmena encapsulados para que, a través de la manipulación, desarrollasen las capacidades sensoriales favoreciendo así la curiosidad por el entorno más inmediato.